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tiene la piel pálida y los ojos redondos. No podremos disfrazarlo bien, pues
destaca mucho entre nuestros hombres. Tal vez podríamos llevarlo en una
caja...
La ruda voz de Conan interrumpió al anciano.
Nada de eso, amigo dijo el cimmerio . No me seduce la idea de
permanecer inmóvil en una caja, como si estuviera en un ataúd. Pero esa
Danza de los Leones me da una idea. Conozco algunos detalles por boca de
los viajeros que llegaron aquí. ¿Acaso los bailarines no se ponen grandes
disfraces hechos para dos personas, con una cabeza de león encima? Cuando
la fiesta esté terminando, yo me deslizaré en el interior del castillo. Luego, ya
me las compondré. El único inconveniente es el traje de la danza. No tenéis
ninguno aquí, y se tardaría demasiado en confeccionarlo.
El destino nos ayuda, ciertamente aseguró con gravedad el anciano .
En Shaulun, situada a sólo un día de viaje de aquí, hay un grupo que todos los
años interviene en la danza con su disfraz de león. Les pagaremos para que
nos lo presten. En cuanto a lo demás, lo que afirmas es verdad. Tendrás
muchas ocasiones de introducirte en el castillo durante la última parte de los
festejos, pues Yah Chieng invita a la turba con vino, y se produce tal confusión
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que los soldados suelen verse obligados a imponer el orden por la fuerza. Tal
vez en ese momento podamos aprovecharnos del tumulto. Los soldados del
usurpador se llevarán una gran sorpresa cuando encuentren a hombres sobrios
con espadas en la mano. ¡Sí, creo que vamos a ofrecerle a Yah Chieng una
fiesta muy animada!
Todavía falta algo intervino Leng Chi . ¿Cuántos hombres podemos
reunir nosotros? Yah Chieng dispone de sus Doscientos a la menor llamada,
aparte de sus tropas regulares, y además...
Además carecemos de armaduras terció otro jefe . En tanto que las
tropas del usurpador están revestidas de escamas plateadas, como los peces
del lago Ho.
A medida que se fueron enumerando los pocos efectivos que podían reunir
los proscritos, los rostros perdieron vivacidad y cundió el desánimo. Entonces
habló Conan.
El otro día, amigo Kang dijo , me hablaste de una tropa de
mercenarios occidentales que Yah Chieng capturó hace algún tiempo. ¿De qué
se trata?
Durante el Mes del Cerdo dijo el anciano llegó una compañía de
soldados de Occidente. Dijeron que habían servido al rey de... ¿cómo se
llamaba ese país? Turan, eso es. Pero que, resentidos por la forma
desconsiderada en que los trataban los generales del rey, habían desertado
para dirigirse al este, a fin de probar fortuna en Khitai.
Leng Chi prosiguió con el relato.
En efecto agregó . Pasaron a unas pocas leguas al norte de este
lugar, cruzando la aldea de Shaulun. Se vieron favorecidos por las gentes del
pueblo pues eliminaron a una banda de ladrones, y no saquearon la población
ni cometieron desmanes. Por consiguiente, los lugareños los pusieron en
guardia contra Yah Chieng. Sin embargo, los blancos no quisieron escucharlos
y se dirigieron a Paikang.
»Allí, según supimos, ofrecieron sus espadas a Yah Chieng. Éste fingió
aceptarlas, pero tenía otros planes en mente. Los invitó a una fiesta, y en lo
más animado de ésta hizo que le cortaran la cabeza al capitán de los
mercenarios, y los demás fueron a parar a un calabozo.
¿Por qué hizo eso Yah Chieng?
Parece ser que deseaba ofrecer a esos hombres en sacrificio a algún dios
maligno.
¿Y qué fue de ellos?
Lo cierto es que aún aguardan a que se cumpla su sino, aunque han
pasado ya tres meses.
¿Y cómo llegaste a enterarte de todo eso? preguntó de nuevo el
bárbaro.
Una mujer de Paikang, que tuvo amores con uno de los Doscientos, huyó
a Shaulun, y desde allí el rumor llegó hasta nosotros.
Anciano Kang dijo Conan , háblame de tu antiguo palacio. He de
conocerlo para orientarme una vez dentro.
Kang Hsiu comenzó a trazar unas líneas en el suelo de tierra de la cabaña, y
dijo:
Ten en cuenta que el usurpador puede haber efectuado cambios desde
que yo vivía allí. Así estaban las cosas en mis tiempos. En este lugar se halla la
puerta principal, aquí, el gran salón...
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Algunas horas más tarde se habían elaborado los planes hasta el último
detalle. Kang Hsiu se puso en pie y levantó su copa en alto, y el líquido
ambarino centelleó bajo el brillo de la humeante lámpara. Entonces exclamó,
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