X


[ Pobierz całość w formacie PDF ]

Yo estaba en la regala mirando la costa, pantanosa todav�a all� donde el Gyoll sofocado
de cieno inundó las llanuras de anta�o; y en los montes y altozanos me parec�a ver
formas, como si ese vasto p�ramo blanco tuviera (como ciertos cuadros) un alma
geom�trica que se desvanec�a cuando la miraba fijamente, para reaparecer cuando
apartaba los ojos. El capit�n vino a pararse a mi lado; le cont� que, seg�n hab�a o�do, las
ruinas de la ciudad se extend�an largo trecho r�o abajo y le pregunt� cu�ndo �bamos a
avistarlas. �l se rió y me explicó que hac�a dos d�as que est�bamos entre ellas, y me
prestó el catalejo para dejarme ver que lo que yo hab�a tomado por un tronco de �rbol era
en realidad una columna rota y torcida cubierta de musgo.
En seguida pareció que todo sal�a de la sombra  muros, calles, monumentos as�
como se hab�a reconstruido la ciudad de piedra mientras la mir�bamos con las dos brujas
desde el techo de la tumba. Fuera de mi mente no hab�a cambiado nada, pero, mucho
m�s r�pido que en la embarcación del maestro Malrubius, yo hab�a sido transportado del
campo desolado al centro de una ruina inmensa y antigua.
A�n hoy no puedo dejar de preguntarme cu�nto de lo que vemos est� frente a
nosotros. Semanas enteras mi amigo Jonas me hab�a parecido sólo un hombre con una
mano prot�sica, y estando con Calveros y el doctor Talos, hab�a pasado cien claves que
debieran haberme dicho que el amo era Calveros. Cómo me impresionó en la Puerta de la
Piedad que Calveros no aprovechara la oportunidad de escapar del doctor.
A medida que declinaba el d�a, las ruinas se fue ron haciendo m�s y m�s claras. Con
cada rizo del r�o los muros verdes, cada vez m�s altos, se asentaban en un suelo cada
vez m�s firme. A la ma�ana siguiente, cuando despert�, algunos de los edificios m�s
fuertes conservaban los pisos superiores. No mucho despu�s vi un bote peque�o, reci�n
construido, amarrado aun antiguo muelle. Se lo se�al� al capit�n, que sonrió y explicó: 
Hay familias que de abuelo a nieto viven de cribar estas ruinas.
 Eso me han contado, pero el bote no puede ser de ellos. Con ese tama�o no puede
transportar mucho bot�n.
Joyas o monedas. Aqu� no desembarca nadie m�s. No hay ley: los saqueadores se
matan entre ellos y acaban con cualquiera que pise la costa.
 Tengo que ir all�. �Puede esperarme?
Me miró como si estuviera loco.  �Cu�nto tiempo?
 Hasta el mediod�a. No m�s.
 Mire  dijo �l, y se�aló : adelante est� el �ltimo recodo largo. B�jese aqu� y
re�nase con nosotros all�, donde el canal vuelve a dar una curva. Nosotros no llegaremos
hasta la tarde.
Estuve de acuerdo, y �l hizo bajar el bote del Samru y le dijo a cuatro remeros que me
llevaran a la costa. Cuando est�bamos por partir se quitó el eraquemarte del cinto y me lo
dio.
 Ha estado conmigo en muchos combates l�gubres  dijo solemnemente .
B�squeles la cabeza, pero cu�dese de que el filo no choque contra las hebillas de los
cinturones.
Se lo acept� agradecido y le dije que siempre me hab�a inclinado por el cuello.
 Eso est� bien  dijo , si no se arriesga a herir a un compa�ero de barco, cuando
mueve as� la hoja.  Y se tiró del bigote.
Sentado en la popa tuve ocasión de observar las caras de mis remeros, y me quedó
claro que ten�an casi miedo de la costa como de m�. Atracaron junto al bote y en la prisa
por alejarse casi vuelcan el nuestro. Despu�s de determinar que no me hab�a equivocado
cuando cre� ver desde la regala una marchita amapola roja en el �nico asiento, los mir�
remar de nuevo hasta el Samru y not� que, aunque un viento leve favorec�a ahora a las
velas mayores, los remos estaban bajos y bat�an el agua a ritmo vivo. Presumiblemente el
capit�n planeaba rodear el largo meandro lo m�s r�pido posible; si yo no estaba en el
punto indicado, podr�a seguir sin m�, dici�ndose (y diciendo a otros, en caso de que otros
preguntaran) que era yo y no �l quien hab�a fallado a la cita. Separ�ndose del
craquemarte se sent�a a�n m�s aliviado.
A los costados del muelle hab�a unas escaleras de piedra muy parecidas a aquellas
desde las que yo me hab�a zambullido de chico. Arriba, la explanada estaba vac�a, y era
casi tan frondosa como un parque, con la hierba que crec�a entre las lajas. Ante m� se
alzaba en calma la ciudad en ruinas, mi ciudad de Nessus, aunque fuera la Nessus de un
tiempo muerto hac�a mucho. Unos p�jaros giraban arriba, pero tan silenciosos como las
estrellas veladas por el sol. Gyoll, que susurraba en medio de la corriente, ya parec�a
apartado de m� y de los vac�os cascos de las construcciones entre las que yo cojeaba. No
bien sus aguas me perdieron de vista calló, como un visitante inseguro que deja de hablar
cuando alguien entra de pronto en el cuarto.
Pens� que di�cilmente era �se el barrio del cual (como me hab�a dicho Dorcas) se
tomaban muebles y utensilios. Al principio mir� muchas veces por puertas yventanas,
pero no hab�a all� m�s que despojos y hojas amarillas, ca�das de los �rboles jóvenes que
ya levantaban los adoquines del pavimento. Tampoco vi ning�n signo de saqueadores
humanos, aunque hab�a deposiciones de animales y algunas plumas y huesos dispersos.
No s� cu�nto me adentr�. Pareció una legua, aunque acaso haya sido mucho menos.
Perder el Samm no me molestaba mucho. Hab�a hecho andando la mayor parte del
camino desde Nessus hasta la guerra en las monta�as, y aunque a�n se me doblaban las
piernas, la cubierta me hab�a endurecido los pies. Como en realidad nunca me hab�a
acostumbrado a llevar una espada en la cintura, saqu� el craquemarte y me lo puse al
hombro como a menudo hab�a hecho con TerminusEst. Un atisbo de fr�o se hab�a
infiltrado en el aire matutino y el sol del verano ten�a una especial tibieza lujuriosa. Yo lo [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • jagu93.xlx.pl
  •  

    Drogi użytkowniku!

    W trosce o komfort korzystania z naszego serwisu chcemy dostarczać Ci coraz lepsze usługi. By móc to robić prosimy, abyś wyraził zgodę na dopasowanie treści marketingowych do Twoich zachowań w serwisie. Zgoda ta pozwoli nam częściowo finansować rozwój świadczonych usług.

    Pamiętaj, że dbamy o Twoją prywatność. Nie zwiększamy zakresu naszych uprawnień bez Twojej zgody. Zadbamy również o bezpieczeństwo Twoich danych. Wyrażoną zgodę możesz cofnąć w każdej chwili.

     Tak, zgadzam siÄ™ na nadanie mi "cookie" i korzystanie z danych przez Administratora Serwisu i jego partnerów w celu dopasowania treÅ›ci do moich potrzeb. PrzeczytaÅ‚em(am) PolitykÄ™ prywatnoÅ›ci. Rozumiem jÄ… i akceptujÄ™.

     Tak, zgadzam siÄ™ na przetwarzanie moich danych osobowych przez Administratora Serwisu i jego partnerów w celu personalizowania wyÅ›wietlanych mi reklam i dostosowania do mnie prezentowanych treÅ›ci marketingowych. PrzeczytaÅ‚em(am) PolitykÄ™ prywatnoÅ›ci. Rozumiem jÄ… i akceptujÄ™.

    Wyrażenie powyższych zgód jest dobrowolne i możesz je w dowolnym momencie wycofać poprzez opcję: "Twoje zgody", dostępnej w prawym, dolnym rogu strony lub poprzez usunięcie "cookies" w swojej przeglądarce dla powyżej strony, z tym, że wycofanie zgody nie będzie miało wpływu na zgodność z prawem przetwarzania na podstawie zgody, przed jej wycofaniem.