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¿Qué trabajo?
El que te ofrecí...
¡Una mancha en el radar!
¡Está subiendo, señora! ¡Está subiendo! gritó Mike al comunicador.
Gracias, Mike. Lo tengo también aquí dijo ella entre crujidos.
¡Jean!
¡Cállate! ¡Está atareada!
¿Ése era Carl?
Sí dije . Hablaremos más tarde. Y corté.
¿Por qué lo hice?
¿Por qué lo hiciste?
No lo sabía.
No lo sé.
¡Malditos ecos! Me levanté y salí.
Nada. Nada.
¿Algo?
¡Diezcuadrados se bamboleaba! Debió de girar y sumergirse de nuevo al ver el casco.
Espuma a mi izquierda, como si el agua estuviera hirviendo. Un interminable espagueti de
cable rugía hundiéndose en las profundidades.
Permanecí un tiempo allí de pie, luego di media vuelta y regresé dentro.
Dos horas enfermo. Cuatro, y un poco mejor.
Los narcóticos le están haciendo efecto.
Sí.
¿Qué pasa con la señorita Luharich?
¿Con ella?
Debe de estar medio muerta.
Probablemente.
¿Qué vas a hacer al respecto?
Ella firmó el contrato para esto. Sabía lo que podía ocurrir. Lo que podía ocurrir
ocurrió.
Creo que tú podrías sacarlo.
También yo lo creo.
También ella.
Entonces que me lo pida.
Ikky iba a la deriva, aletargadamente, a treinta brazas.
Di otra vuelta y por casualidad pasé por detrás del Deslizador. Ella no miraba en mi
dirección.
¡Carl, venga aquí!
Ojos de Picasso, eso era, y una conspiración para hacerme Deslizar...
¿Es una orden?
Sí... ¡No! Por favor.
Entré rápidamente y miré el monitor. Estaba subiendo.
¿Empujo o tiro?
Pulsé el botón de «enrollar» y vino como una cometa.
Decídase ahora.
Al llegar a diez brazas opuso resistencia.
¿Le doy margen?
¡No!
Siguió tirando de él hacia arriba: cinco brazas, cuatro...
Cuando estaba a dos accionó los extensores, que lo atraparon. Después los
arpogarfios.
Afuera, gritos y relámpagos de flashes.
La tripulación vio a Ikky.
Ikky empezó a forcejear. Ella mantuvo los cables tensos, alzó los arpogarfios...
Arriba.
Otro metro y los arpogarfios empezaron a empujar.
Gritos, y ruidos de pasos apresurados.
El cuello, gigantesco tallo de una planta de guisante al viento, osciló. Las verdes
colinas de aquellos hombros crecieron.
¡Qué grande es, Carl! oí que exclamaba ella. Y creció, y creció, y siguió
creciendo...
¡Ahora!
Ikky miró hacia abajo.
Miró hacia abajo como podría haber mirado el dios de nuestros más antiguos
antepasados. Miedo, vergüenza, y una risa burlona resonaron en mi cabeza. ¿En la
cabeza de ella también?
¡Ahora!
Ella alzó la mirada hacia al naciente terremoto.
¡No puedo!
Iba a ser tan sencillo esta vez, ahora que el conejo había muerto. Adelanté una mano.
La detuve.
Pulsa tú el botón.
No puedo. Hazlo tú. ¡Sácalo del agua, Carl!
No. Si lo hago yo, te pasarás el resto de la vida preguntándote si lo podrías haber
hecho tú. Perderás el alma intentando averiguarlo. Lo sé porque somos iguales y porque
a mí ya me pasó. ¡Averígualo ya!
Se me quedó mirando.
La aferré por los hombros.
Bien podría ser yo el que está ahí fuera le sugerí . Y oy una verde serpiente
marina, una bestia odiosa y monstruosa que viene a destruirte. No respondo ante nadie.
Pulsa el botón de Inyectar.
La mano de ella avanzó hacia el botón, retrocedió.
¡Ahora!
Lo pulsó.
Bajé su cuerpo inmóvil hasta el suelo y me ocupé de todo lo que faltaba hacer con Ikky.
Habían pasado unas buenas siete horas cuando desperté con el constante chirrido de
las palas de Diezcuadrados masticando el mar.
Estás enfermo comentó Mike.
¿Cómo está Jean?
Igual.
¿Dónde está la bestia?
Aquí.
Bien. Me di la vuelta . Esta vez no escapó.
Y así fue. Nadie nace con la condición de cebador, no lo creo, pero los anillos de
Saturno cantan epitalamios a la viuda de la bestia marina.
LAS LLAVES DE DICIEMBRE
Nacido de hombre y mujer, de acuerdo con la indicación Gatoforme Y7, Clase
Mundofrío (modificado por Alyonal), 3.2-T, opción de MGSA, Jarry Dark no estaba hecho
para existir en ninguna parte del universo que le había garantizado un nicho. Eso podía
ser tanto una bendición como una maldición; dependía de cómo se lo mirase.
Así que, mirémoslo como lo miremos, ésta es la historia:
Es probable que sus padres le hubieran podido proporcionar la unidad de control de
temperatura, pero no mucho más. (Jarry necesitaba una temperatura de por lo menos
50°C para estar cómodo.)
Es improbable que sus padres le hubieran podido proporcionar el equipo de control de
presión atmosférica y de mezcla de gas necesario para mantenerlo vivo.
Nada se podía hacer para simularle 3,2 gravedades terrestres, y por lo tanto necesitaba
todos los días medicamentos y fisioterapia. Es improbable que sus padres le hubieran
podido proporcionar tantas cosas.
Sin embargo, la muy criticada opción se encargaba de todo eso. Velaba por su salud.
Se preocupaba por su educación. Aseguraba su prosperidad económica y su bienestar
físico.
Podríamos razonar que si no fuera por Minería General, SA, que tenía la opción, Jarry
Dark no habría sido nunca un desvalido gatoforme de mundofrío (modificado por Alyonal).
Pero entonces deberíamos tener en cuenta que nadie podría haber previsto la nova que
destruyó a Alyonal.
Cuando sus padres se presentaron en el Centro de Planificación Familiar de Salud
Pública a pedir consejo y medicación para la posible prole, les dieron una lista de los
mundos disponibles y de las necesidades que había para esos mundos en cuanto a
formas corporales. Entre todos los mundos seleccionaron el planeta Alyonal, que acababa
de ser comprado por Minería General para la explotación mineral. Sabiamente, eligieron
la opción; es decir, firmaron un contrato por anticipado a favor de su futuro hijo (que sería
totalmente apto para habitar ese mundo), en el cual aceptaban que trabajara como
empleado de Minería General hasta la mayoría de edad: a partir de ese momento
quedaría en libertad para marcharse y buscar empleo donde quisiera (aunque, en verdad,
no tenía mucho para elegir). A cambio de esa concesión, Minería General aceptaba
asegurarle salud, educación y una buena posición económica mientras estuviera en la
empresa.
Cuando Alyonal se incendió y desapareció, los gatoformes de mundofrío que
dependían de la opción, diseminados por toda la atestada galaxia, eran en virtud del
contrato pupilos de Minería General.
Por eso Jarry creció en un cuarto herméticamente cerrado, con control atmosférico y de
temperatura, y por eso recibió educación de primera en circuito cerrado, junto con la
fisioterapia y los medicamentos. Por eso también se parecía un poco a un ocelote gris, sin
cola; por eso tenía una membrana entre los dedos y no podía salir a mirar el tráfico sin
ponerse un traje de refrigeración presurizado y sin tomar algunos remedios adicionales.
A lo largo de toda la pululante galaxia la gente buscaba el consejo de los Centros de
Planificación Familiar de Salud Pública, y eran muchos los que habían hecho la misma
elección que los padres de Jarry. Veintiocho mil quinientos sesenta y seis, para ser
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